Desde O Couso

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Ayer nació la llamada del bosque y hoy estamos en el bosque, en nuestro pequeño bosque particular con su par de centenares de árboles, algunos verdes prados y la casa que nos espera, paciente, a que lleguemos para restaurarla con nuestras manos y con nuestro amor. Queríamos pasar aquí el fin de año, cerca del sueño, rozando las tierras que deberán crear la utopía, empezar el nuevo día, la nueva ilusión del nuevo tiempo en el bosque, en la intensidad del jugo de la vida.

Llegamos justo cuando estaba atardeciendo. Tras atravesar montañas llena de nieves y fríos, llegamos a O Couso. Queríamos comprobar qué tiempo hacía aquí en esta época, ver el grado de humedad y frío. Pero cuando llegamos de nuevo se tejió el mismo milagro. Ni una nube sobre el cielo de O Couso y sin embargo, alrededor, en círculo, un cúmulo de nubes que se perdían en el infinito. Era la segunda vez que nos ocurría esto, que O Couso, gentil y amable nos recibía con un cálido tiempo. Ni humedad, ni frío, ni sensación de malestar por ninguna parte. Todo lo contrario. Es como si el sitio supiera de nuestra llegada y quisiera acogernos con todo el amor y el cariño de aquellos que han de habitarlo. Así que nos quedamos anestesiados contemplando el magnifico atardecer rojizo y plateado que se dibujaba tras las montañas.

Recogimos algunas castañas que comimos por el camino que separa la casa del pequeño bosque de O Couso, paseando tranquilos por la finca, viendo como el invierno es tan diferente al verano y al otoño y a la primavera. La idea era dormir en el coche esta noche para comprobar la intensidad del frío, pero al ver que la temperatura era agradable y que no requería mayor comprobación, buscamos algún lugar en el pueblo de Samos. Estaremos aquí tres o cuatro días en una pensión que por veinte euros te acogen en habitación doble.  La ventana da al majestuoso monasterio benedictino y al río Sarria. Todo un lujo de lugar donde compartir con algunos despistados peregrinos que van llegando estos días tan especiales.

Los sueños hay que tejerlos en el mundo de la mente, de las emociones y del alma para que luego puedan respirar en el mundo de la materia. Estos días nos convertiremos en tejedores en la luz, urdidos artesanos que deberán hilar la trama del mundo nuevo.

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