La comunidad de Findhorn ha servido de inspiración a muchos. Algunas nuevas comunidades nacieron a la sombra de este modelo pionero que ha perdurado por casi cincuenta años. La propia comunidad ha vivido una transformación interior llevada por los tiempos, por las transformaciones sufridas y por la vida holística y tolerante de sus miembros.
Esa evolución también se ha vivido en la historia general de las comunidades. Desde los primeros intentos comunitarios en el primitivo monacato hasta los intentos utópicos socialistas o las comunas hippies de los años sesenta, ha existido una constante evolución y transformación en el ideal de vida comunitaria.
En los últimos tiempos, lo más común era centrar esa evolución en lo que ha sido llamado como comunidades intencionales, una variedad que intenta dar explicación a este fenómeno en nuestros tiempos. Realmente, si algo ha caracterizado a la fundación de estas nuevas comunidades era una clara intención normalmente enfocada en aspectos ecológicos, ideológicos o espirituales.
El experimento que estamos llevando a cabo en O Couso quizás quiera ser una fórmula de futuro. Nuestro empeño en llamar a este incipiente experimento “comunidad integral” tiene que ver con algo que hemos observado en los últimos años. No queremos decantarnos hacia ningún tipo de ideología o creencia, sino más bien, queremos integrar todos los aspectos del ser humano de forma inclusiva, desde cualquier tipo de ideología, creencia o visión sobre la vida y el mundo. Es decir, no nos consideramos una comunidad espiritual, pero apostamos por integrar este aspecto de la vida humana en nuestra vida diaria mediante pequeños rituales y un trabajo interior personal y común. No somos una ecoaldea al uso, pero deseamos tener actitudes enfocadas en el respeto a la naturaleza y el medio donde nos encontramos, incluyendo los aspectos etnográficos del mismo. No tenemos ninguna ideología o creencia, pero sí creemos en la necesidad de prestar auxilio, esperanza y acción en un mundo que requiere de cierta urgencia. No somos una comunidad pasiva y encerrada en nosotros mismos, por eso también hablamos de comunidad abierta, dando protagonismo al visitante sin querer vampirizarlo o asaltarlo ofreciendo a cualquier precio soluciones a sus problemas. Simplemente nos limitamos a abrir nuestras puertas intentando hacer de la acogida uno de nuestros principales propósitos.
En cierta forma, queremos integrar a todo y a todos, de ahí que, más allá de una intención concreta, que es lo que el modelo actual ofrece, aspiramos a abrirnos al mundo integrando todas sus partes, todos sus matices, todas sus particularidades.
Estamos convencidos de que este modelo, de que esta nueva apuesta de comunidad integral, tiene sus propios riesgos, especialmente ante la filosofía de no cobrar por nuestras actividades o por nuestra acogida. Ante nosotros se abre el reto de que nuestro propio sistema pueda gestionarse y regularse a sí mismo. De momento lo estamos consiguiendo revolucionando el concepto de no-propiedad y de no comercialización con todo lo que allí ocurre. Un tiempo nuevo, un modelo nuevo, una estructura nueva para hacer frente a un mundo más tolerante, más integrado, en definitiva, más humano.