El tiempo pasa volando. Ya casi estamos terminando la segunda semana de experiencia y no habíamos tenido tiempo de hablar de la primera. Casi no tenemos tiempo para nada en este hermoso verano y son muchos los aprendizajes y los hermosos encuentros vividos y compartidos. Nos sentimos como siempre desbordados de tanto cariño y nunca sabemos si estamos a la altura a la hora de devolver tanto amor.
Gracias a todas las personas que nos han acompañado en esta Semana de Experiencia hemos podido continuar con la construcción del nuevo gallinero, colocando los cimientos de lo que será la futura casita de nuestras hermosas gallinas. Lo curioso de todo es que la obra que empezamos en Semana Santa para que nuestras amigas vivieran en ella nos ha gustado tanto que hemos decidido utilizar ese espacio para otra cosa, y hacer algo más modesto para nuestras amigas. Todo pasa tan deprisa que ya estamos a mitad del verano y aún no tenemos el nuevo hogar para ellas. Pero al menos el trabajo ya ha empezado y seguro que quedará pronto terminado.
También ha sido muy especial la colaboración en el huerto quitando hierbas, acumulando restos para el futuro compost de la temporada próxima, y la colocación de la paja en los bancales; un trabajo durillo bajo el sol pero muy divertido y enriquecedor. Nos damos cuenta de todo lo que nuestros antepasados lucharon para poder arrancar de la tierra un poco de vida que alimentara a nuestros cuerpos. Los que venimos de la ciudad nunca apreciamos sinceramente el trabajo hortelano, y ahora que lo vivimos en nuestras propias carnes, honramos aún más los agradecimientos a la hora de comer. El estar en contacto con la tierra nos hace comprender la dificultad, al mismo tiempo que el logro, de todo lo que hemos recibido en esa herencia milenaria. Ahora nos toca consagrar ese trabajo y compartirlo con todos los que nos visitan para que entre todos honremos esa maravillosa labor que con el tiempo nos hizo más humanos y menos animales.
En esta semana también hemos dedicado tiempo a la limpieza de hierbas altas en el perímetro de la casa y alrededores. Luije con su nueva desbrozadora nos ha vuelto a abrir los caminos que con la hierba se habían cerrado. Esto es algo que hacían muy bien nuestras amigas las cabras y Rocío, nuestra querida yegua. Por desgracia, y es algo de lo que aún no nos hemos recuperado, tuvimos que entregar a nuestras amigas a familias que pudieran hacerse cargo de ellas. Para nosotros fue una gran pérdida dado el cariño que teníamos a estos animales y las aventuras que sufrimos con ellas, pero nos era materialmente imposible poder atender a todas sus necesidades. Ha sido una gran lección para nosotros y a partir de ahora intentaremos asumir cosas que podamos cuidar con dedicación.
En O Couso seguimos siendo poquitos, por eso estamos planteando fomentar el voluntariado mediante «wwoofers» o similares y así poder atender a todas las necesidades que una casa de campo tan grande requiere. Esto nos permitirá al mismo tiempo profundizar en las relaciones y expandir la acogida con más detalle y decoro.
Gracias a tod@s por vuestra bonita compañía y esfuerzos para seguir creando de un mundo bueno, un mundo mejor.
Os esperamos de nuevo en O Couso, vuestra casa.
Gracias, gracias, gracias!!