El próximo día doce de marzo celebramos cuatro años desde que una fuerte impresión y unas señales esculpidas en elementos vivos nos empujó a abrazar esta tierra y este lugar. La emoción que provocó en nosotros esa visión nos transportó extasiados hacia antiguas reminiscencias, hacia nobles deseos de entender que este sitio debía acoger algo hermoso. La que sería casa común, en aquel año tan sólo un enorme despojo de piedras amontonadas pero valerosamente atrapadas en el abrazo del tiempo, fue esculpiendo con el sudor de cientos de peregrinos una hermosura que encerraba y que aún está por salir. Aún somos incapaces, a pesar del esfuerzo realizado en todo este tiempo, de sustraernos a la atracción de la espléndida magia que encierra cada una de esas piedras centenarias. Observarlas una a una hipnotiza y eclipsa cualquier razón, a sabiendas del esfuerzo milenario que la naturaleza ha esculpido en ellas. Lo inmenso del tiempo que trabaja junto a las proezas de la inteligencia que elevó a esas alturas la piedra esculpida nos hace pensar en esa obra como algo más divino que humano.
En cuatro años nuestra visión no se ha transformado y la impresión del primer día se refuerza con cada nuevo paso. El sol, la nieve, el viento, la lluvia y todos los elementos que cada día esa casa soporta para intentar albergar en su interior algo de tímida vida requieren una ayuda constante para que la piedra se convierta en hogar y la vida fluya caliente por entre sus paredes. Admitimos con el paso del tiempo que fuimos osados y valientes, y que no nos faltó fuerza para seguir adelante. Pero también fuimos en exceso ilusos y ambiciosos al ver, con el paso del tiempo, la grandeza de la obra.
Para de alguna forma expresar nuestra admiración y testimoniar nuestro reconocimiento, la gratitud que rebosa en nuestro corazón y por todo lo que nos ha enseñado y descubierto desde sus piedras mudas, este año queremos volver a volcar un nuevo esfuerzo para terminar de construir la parte del tejado que aún queda por hacer. Sólo en la compra de los materiales vamos a necesitar muchos recursos, pero queremos elevar nuestra voz y canto para que otro paso más sea posible en esta loable empresa de reconstruir los nuevos valores del milenio que llega. No tenemos prisa, seguimos contemplando bajo el suave manto del tiempo la brillante y esperanzadora reconstrucción de este lugar candoroso.
Ese nuevo tejado revivirá y acogerá a nueva gente, nuevas esperanzas y una nueva buena. Seguiremos creando belleza y profunda hermosura en todo lo que podamos, y seremos, a su vez, protectores de esas piedras que durante siglos han esperado nuestra llegada. Como otras veces, agradeceremos cualquier ayuda, sea moral, anímica o material. Gracias a estas piedras vivas que ayudáis a construir esta morada hermosa.