“Las aves hacen grandes círculos en el cielo de su libertad. ¿Cómo lo aprenden? Ellas caen, y cayendo, se les dan alas ‘. Rumi, poeta y filósofo
El sueño de todos los filósofos de la antigüedad, especialmente los de las escuelas griegas como los cínicos, los estoicos, los epicúreos o los pitagóricos era la de obtener algún tipo de autosostenibilidad o independencia, que junto a la autonomía o libertad y la ataraxia o imperturbabilidad configuran el ideal de la persona completa y madura. Llamaban autarquía a la forma en la que el sabio se relaciona con su medio y con su propia supervivencia. Practicando la autarquía y el ejercicio de la virtud el sabio era capaz de ser feliz.
Hacer las cosas por nosotros mismos es un nuevo sueño que nuestros antepasados resolvían magistralmente en la vida en el campo. Antes de que todo se complicara gracias a las mejoras técnicas y a la especialización del trabajo, nuestros abuelos o quizás nuestros bisabuelos, eran capaces de llevar una vida simple y sostenible. Podemos hacer las cosas por nosotros mismos o pagar a otros para que las hagan. Esa es la mayor diferencia entre nosotros y nuestros antepasados. Podemos decir que si somos nosotros los que hacemos las cosas estamos dentro de un modelo autárquico, mientras que, si pagamos a terceros, estamos dentro de una organización o sistema.
En O Couso, al igual que los antiguos sabios griegos, aspiramos a las tres características mencionadas al principio. De momento hemos conseguido cierta autonomía, lo que equivale a cierta libertad. Autonomía en cuanto al valor de la tierra y su posesión. Al no existir la propiedad privada entre nosotros, hemos conseguido al mismo tiempo no depender de hipotecas o alquileres. Tampoco dependemos de compañías de luz o de agua, ya que la electricidad la obtenemos directamente del sol y el agua de la tierra.
Gracias a nuestro particular estilo de vida y especialmente a muchas caídas que nos han hecho aprender, también hemos obtenido cierta ataraxia. Tranquilidad, serenidad e imperturbabilidad en relación con el alma, la razón y los sentimientos que nos albergan y nos llevan, como proyecto, a cierta paz y sosiego, a cierta felicidad interior que nos ayuda, desde la fortaleza de la experiencia y el compartir, a explorar nuevos caminos y posibilidades.
El siguiente reto es la autarquía. Sabemos que no existe la autosostenibilidad pura, que siempre vamos a depender de terceros, pero a partir del séptimo año, nuestro objetivo será centrar todas nuestras fuerzas en perseguir el ideal de autarquía. Hemos aprendido casi todos los oficios que hacen falta para sobrevivir en el campo. Sabemos algo de agricultura, sabemos algo de fontanería, de electricidad, de albañilería, de carpintería, de acogida y relaciones humanas, de rituales, de visiones, de sueños… Hemos aprendido a hacer casi de todo en tan solo cinco años de entrenamiento. Hemos construido nuestras propias pequeñas viviendas, estamos desarrollando modelos de hogar autosuficientes que liberen al individuo de las cargas que la organización social impone. Al no estar sometidos al yugo de esas cargas, nuestro tiempo lo dedicamos a la acogida, a mantener una despierta exigencia en cuanto a disponer de un alto grado de integridad personal y buscar en la experiencia el mejorarnos todos los días.
El entorno es paradisíaco y no podemos pedir mucho más, excepto fuerzas y apoyos para seguir ayudando a todos los que vienen, para seguir haciendo pedagogía de que otro mundo es posible, para poder seguir inspirando a unos y a otros y hacer de este lugar una auténtica escuela de aprendizaje humano y espiritual. Estamos creando un diseño revolucionario de la convivencia grupal para poder exportarlo a otros proyectos. La interiorización grupal e individual, el estudio, el servicio, el apoyo mutuo y cooperación, la simplicidad voluntaria, el decrecimiento, la economía del don, la no propiedad privada y sí la privacidad, la emancipación, la autarquía como autosuficiencia, la ataraxia como búsqueda de tranquilidad, serenidad e imperturbabilidad, la autonomía y libertad, la felicidad, la cooperación con la naturaleza, la ecología, la sostenibilidad y el ahimsa como concepto de paz integral donde insistimos en la necesidad de no agresión a los seres sintientes, a nosotros mismos o al entorno, son solo algunos de los valores que intentamos compartir. En definitiva, como dicen en la comunidad de Findhorn, si no es divertido, no es sostenible, y todo lo que sea viajar hacia ese delicado equilibrio, debe hacernos felices y divertidos.
GRACIAS POR TU APOYO. GRACIAS POR HACERLO POSIBLE