
Una de las cosas que nos está enseñando esta crisis es que cada uno de nosotros formamos parte de un cuerpo mayor que llamamos humanidad. A diferencia de guerras pasadas, la batalla que estamos viviendo no distingue de fronteras, de banderas, de naciones, de credos o ideologías. Es una crisis, quizás por primera vez en nuestra historia, totalmente global, donde el otro, no importa dónde esté, forma parte del nosotros.
Aquí en nuestra pequeña comunidad hemos quedado de alguna forma aislados. La circunstancias pasadas y presentes ha permitido que seamos apenas cuatro personas viviendo a nuestra manera esta crisis. Aquí poco ha cambiado, excepto que hace unos días cumplimos nuestros primeros seis años de edad. Seguimos haciendo las mismas rutinas, seguimos trabajando día a día para mejorar el lugar, ahora sin visitantes, sin propuestas en firme de intentar apoyar el proyecto a largo plazo. La crisis llegó cuando estábamos saliendo del invierno, y por lo tanto, en la época en la que voluntarios suelen venir para pasar largas temporadas. Resulta una sensación extraña el sabernos en esta situación, reflexionando sobre la fragilidad humana, sobre la distopía que estamos viviendo en este tiempo y sobre el sentido de las cosas.
Nos damos cuenta de que nuestra apuesta por vivir en el campo, en las montañas, en los bosques, rodeados de pura naturaleza, ha sido una buena elección. Pero también sentimos cierta impotencia por no saber qué hacer para ayudar en esta crisis, excepto la búsqueda efectiva de mantener viva la llama de este lugar para seguir inspirando confianza en el ser humano, alivio, esperanza, fe y sustento futuro.
Nos damos cuenta de la urgencia que tenemos en este tiempo para seguir buceando en la utopía necesaria de un nuevo modelo, de un nuevo mundo, de una nueva edad dorada para toda la humanidad. Están bien todos los logros conseguidos hasta ahora, pero debemos empezar a disfrutarlos de forma colectiva, mirando al otro, apostando por nuevos valores que tengan en cuenta la existencia de nuestros congéneres, pero también la buena existencia del planeta que soporta nuestras vidas.
Este enclaustramiento global debe servir para la reflexión. Para hacernos entender la importancia y la urgencia de cambiar patrones de comportamiento, hábitos sociales, elecciones individuales que marcan una a una el progreso de toda una civilización. Debemos enfrentarnos sin miedo a la cuestión irrefutable de que algo debe cambiar en nuestras consciencias, y por lo tanto, en nuestras vidas. Aquí hemos comprendido que la simplicidad voluntaria forma parte de una manera de enriquecernos interiormente. Estamos poniendo en práctica fórmulas que, de ser exportadas globalmente, podrían dar soluciones cabales a una humanidad ahora enferma. Pequeños gestos, grandes transformaciones.
Estamos bien. A nivel interior, felices por disfrutar de la naturaleza, del renacer salvaje de la primavera. Nuestro aislamiento es más psicológico que físico. Nuestra función será nuestra habilidad para buscar soluciones a largo plazo que enfrente, especialmente, el tema alimenticio y de autosostenibilidad. La soberanía y emancipación a varios niveles formarán parte del eje de estudio de los próximos meses. También estamos felices por ver cómo la casa de acogida está prácticamente terminada, a falta de retoques decorativos y armónicos, de un poco de ánima y belleza. Con ganas de emprender la obra de la escuela y demás cosas que faltan para que el proyecto, en unos años, quizás aún lejanos, sea una realidad tangible, no tan solo filosófica o imaginativa. También tenemos ganas de profundizar en las bases de lo que será la futura comunidad, con deseos de que más valientes encuentren aquí una posibilidad de vida futura. Es algo complejo cuando el mundo, basado en ideales individualistas y tendientes al aislamiento social, gira en torno a lo contrario que aquí se pretende. Muchos frentes abiertos en este perdido lugar que desea llenar de esperanza al mundo en estos tiempos complejos.
Os mandamos mucho ánimo a todos con deseos de volver a veros pronto.
Que gusto veros y leeros, saber que estáis bien. La verdad este enclaustramiento, no solo sirve a aislarse de la enfermedad, sino también para verse y reflejarse, ya sea en un espejo, ya sea en el pensamiento. El mejor aislamiento es el que estáis disfrutando en plena naturaleza, los sonidos, olores y sensaciones serán mas apreciadas que nunca. Gracias por estar ahí.
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