Por la mañana, después de empezar el día meditando veinte minutos, y antes de dedicar otros veinte minutos a hacer un poco de yoga físico, dedicamos un tiempo a cantar. Muchas veces nos preguntan por qué cantamos tras el silencio. María Ancochea, cofundadora del proyecto, lo explica con estas letras.
“Érase una vez, cuando […] existía la simple comprensión de que cantar al amanecer y cantar al atardecer era sanar el mundo a través de la alegría. Los pájaros todavía recuerdan lo que hemos olvidado, que el mundo está destinado a ser celebrado «. ~ Terry Tempest Williams
Cada vez que cantamos juntos participamos de la Música de las Esferas
Creamos belleza
Convertimos nuestro cuerpo en plegaria
Practicamos la respiración consciente: “Cada aliento que inhalas es el aliento de Vida”
Aprendemos a escucharnos unos a otros
Agudizamos nuestra percepción de lo externo
Nos convertimos en cajas de resonancia de lo interno
Nutrimos el alma
Damos reconocimiento y espacio a nuestro mundo emocional, al que sirven de puertas de entrada tanto la letra como la melodía
Aprendemos a entrar en sintonía con otras personas
Domesticamos nuestra voluntad, de manera que no avanzamos ni más rápido ni más despacio que el conjunto que formamos
Apreciamos el resultado de lo colectivo, de lo que solo podemos co-crear si es con otros
Al entrar en ritmo generamos experiencia de vitalidad, de conexión, de pertenencia y de trascendencia
Mantenemos la intención y permanecemos presentes al significado de la letra, permitimos que su mensaje vaya calando incluso a un nivel más profundo que nuestra mente consciente… las canciones van quedando almacenadas en nuestro interior y el día que las necesitamos brotan hasta nuestro corazón o nuestra garganta mientras exultamos de gratitud al sentirnos vivos, o necesitamos apaciguar algún miedo, o nos disponemos a tener una conversación importante, o nos es preciso brindar consuelo
Generamos una corriente de universalización de la experiencia espiritual al cantar canciones de diferentes tradiciones. Ahondamos en el conocimiento humilde de que mi forma particular de aproximarme a la Divinidad es solo mi forma particular, una entre millones, y que por tanto ninguno de nosotros somos poseedores de la exclusiva en la forma de relacionarnos con la Divinidad
Aprendemos a intercalar sonido y silencio, acción y pausa
Experimentamos cómo pueden coexistir simultáneamente la variedad y multiplicidad de voces con la unicidad de cantar al unísono
Participamos de la creación del cosmos a través de la vibración de la que surgen “uni-versos” según todas las tradiciones
Y dejemos que la última palabra la tengan, como siempre, los místicos y los poetas, quienes viven ya inmersos en la Música Callada, en la Soledad Sonora.
“El cielo está lleno del sol y las estrellas,
el universo está abarrotado de vida,
y en medio de todo ello he encontrado un lugar,
y con admiración y asombro canto.
El mundo es mecido
por la caudalosa marea de la eternidad
subiendo y bajando;
he sentido sus tirones en mi sangre
corriendo por mis venas
y con admiración y asombro canto.
Mientras caminaba por los bosques
he tocado las briznas de hierba con mis pies,
me ha sorprendido la fragancia de las flores,
mi mente ha enloquecido con todo ello,
los dones de la alegría y el gozo
se encuentran esparcidos por todas partes
y con admiración y asombro canto.
He perforado mis oídos,
he abierto los ojos
he mostrado mi corazón desnudo al mundo;
en medio de lo conocido
he buscado lo desconocido
y con admiración y asombro canto.”
Rabindranath Tagore
La versión original en inglés de este artículo fue publicada en la revista Rainbow Bridge de la Comunidad de Findhorn el 24 de abril de 2020